Como es sabido, el existencialismo se remonta a la década de los años 40 cuando Jean-Paul Sartre, el célebre filósofo francés publicó su novela "La Náusea". Es a partir de aquí cuando nace el famoso existencialismo ateo en Europa. Y es precisamente de ahí mismo de donde surgen aquellos seres desgreñados y desesperados sin fe en nada, con un insano desdén a todos los principios absurdos acumulados en la vida de una sociedad hipócrita y egoísta, que gusta de vivir engañada en esos falsos principios que ellos mismos, con todo su tiempo, fueron inventando.
Aquellos existencialistas desarrapados, desesperados, sucios y con el alma hecha añicos, fueron los predecesores de los hyppies de los años 60. La diferencia entre ambos, es que los hyppies fueron menos infelices porque ellos encontraron en el budismo, o en los Vedas- algunos músicos del pop divulgaron tales ideas- otras formas de pensar que desarrollarían su instinto espiritual buscando en nuevas creencias, o perspectivas, que no habían encontrado en su sociedad corrompida. Convencidos, volvieron a la espiritualidad de una manera, que a pesar de ser psicodélica, lograron desechar la contaminación de ateísmo que les quedaba, recuperándose, "ipsofacto", de esta enfermedad llamada "angustia vital", dolorosa soledad de los que han perdido la fe. Quizás yo también fuera uno de ellos, y sea por esta razón que haya escrito este artículo.
* LOS CONCEPTOS QUE NOS RODEAN CAMBIAN CON LAS IDEAS
* EL HOMBRE ES UN SER QUE CRECE O MUERE SIN EVOLUCIÓN
* LA LIBERTAD NO EXISTE SIN UN DESEO
Estos y otros conceptos anunciados por SARTRE nos lanzan a una filosofía muy especial de ver la vida
NADA ES VERDADERO NI FALSO
EL BUDISMO FUE UNA FUENTE RICA EN INSPIRACIÓN PARA SARTRE
VIVIMOS EN UNA REALIDAD APARENTE
Sabemos que lo yuxtapuesto que se separa formando un círculo, termina juntándose por los extremos. Si la fórmula sirve para las ideas, ¿cuántas ideas contrarias al principio, terminan por encontrarse al final? Recuerdo que cuando leía a Sartre, me daba miedo asimilar con demasiada claridad algunos conceptos de su filosofía; sobre todo su idea del absurdo y su ateismo configurado en sus pensamientos de libertad que podían llevarte a un caos moral más allá de una libertad sin límites.
En su lenguaje, un sentimiento híbrido sin espiritualidad aparente, el poder contundente de su racionalismo y su frígido instinto consecuente, me aterraban, y a la vez, me encendían la mente al descubrir detrás de su inflexible lenguaje la más cruel y despiadada verdad: la que mata todas las dudas.
Saber que se existe para nada, que uno está en el mundo de más, que nace por casualidad, se prolonga por azar y desaparece por acaso, me reafirmaba y convencía cada día más aferrándome a su principio de que la existencia es fundamentalmente absurda, sin razón ninguna, obediente a unos principios generacionales surgidos de la nada destinados a volver a su origen. Todo esto tan claro, tan afirmativamente concluyente y sin otra perspectiva, te llevaba a un impacto mental que desconectaba todos los circuitos de otros pensamientos más endebles, que pueden ser, pero, más positivos para una supervivencia menos desgarrante.
Obviamente, su dialéctica me abrumaba y como los personajes de sus novelas, llegué a la angustia, la angustia vital.
Pero ya a partir de aquí, con valentía no quise perderme la intriga de seguir interesado en el tan sugestivo como peligroso mensaje de Sartre.
El ser y la nada
Haciendo alusión a sus ideas, recordaré la diferencia que hace Sartre de los dos tipos de ser en "El Ser y la Nada": el ser en sí, y el ser para sí, en los que hay una clara distinción entre un tipo primario "opaco a sí mismo, pleno, sin interioridad ni secreto, que es lo que es y nada más, la realidad dada, la cosa; es increado, pura contingencia que está de más para toda la eternidad".
Y el otro, el ser para sí, que es "la conciencia que lo es de su propio ser como consciente de un objeto". El para sí no es más que en relación a un en sí. "El hombre es el ser que por medio del cual la Nada adviene al mundo: se sitúa fuera del ser y segrega la nada en torno de sí mismo. Precisamente esta separación y alejamiento del ser es la conciencia. La conciencia del aniquilamiento es al mismo tiempo conciencia de la libertad que se nos revela en la angustia y se caracteriza por la nada que se intercala entre los motivos de obrar y el acto libre. Al sentir la ineficacia de los motivos, que no determinan forzosamente la conducta, el hombre se sabe libre". Es un estado parecido al del budista cuando ha alcanzado la iluminación: "Se ha desvelado".
Es frecuente detectar en Sartre una transformación de ideas básicamente budistas petrificadas en un materialismo cáustico, una especie de ácido deformante de un tejido prístino que ha existido durante milenios en Oriente con escasos conocimientos en Occidente y que el gran filósofo francés introdujo en Europa utilizando otro lenguaje. La experiencia del momento histórico de su época y su aguda observación de la vida y de la sociedad en que él se movía, aportaron indefectiblemente a su filosofía una infusión realista de una incompleta verdad. La Verdad en mayúscula que buscan todos los filósofos y teólogos del mundo. Su ateísmo, como el budismo en su forma primitiva (Hinayana-Pequeño Vehículo), Buda es sólo el "iluminado", el que descubrió el camino consciente de la total y única Verdad. Una de sus grandes verdades es la de que el mundo es una "ilusión" (¿no es lo mismo que decir, "un absurdo" y que Sartre, partiendo de un principio similar, apuesta por un raciocinio lógico dentro de unos cánones que podrían ser considerados "existencialmente lógicos"?) -si nos apartamos de la idea que incluso la razón puede ser absurda a veces, por cuanto a que puede tomar la dirección que quiera- y que interpretadas así sus extremas verdades como libertades originales, nos llevan, en su esencia, a ser indulgentes con nuestros deseos. "La libertad hay que rehacerla constantemente y a partir de un futuro aún inexistente". Lo que implica,"tener un deseo de libertad, una voluntad de vivir". En budismo, es el "deseo" lo que nos prolonga en el absurdo, la ilusión.
El deseo es nuestra voluntad de vivir y la libertad nuestra elección del deseo, o al dejarnos subordinar por el deseo que no siempre elegimos, que nos llega….
El paralelismo del ser en sí y el para sí, con la idea del ser inconsciente y el iluminado o consciente del budista evolucionado, nos da un resultado parecido: el que sabe que existe y sabe hacia donde va, y el que no lo sabe. La diferencia es que el iluminado budista ha encontrado y aceptado una metafísica, y este mismo ser para sí, de Sartre, la rechaza porque no la ha encontrado ni buscado. Para un budista, éste seguiría siendo sólo un ser en sí, ignorante de la sabiduría trascendental de Buda. Pero Sartre, que aglutinó esta sabiduría de otra forma no fue más allá de sus especulaciones, o no le interesó ir más lejos y dejó a su supuesto hombre "despierto", alerta sólo a una realidad convencional, temporal, material e incompleta.
En los límites de la razón
Atendiéndose a los límites de la razón de los filósofos materialistas y científicos que profesan la filosofía de la ciencia, es comprensible que todas sus verdades "catalizadas" con sus instrumentos, sospesadas por claros juicios que no admiten la menor fantasía, nos convenzan de lleno en cuanto al sujeto de su análisis objetivo. Pero aquí habría que preguntarse si más allá de los límites de la razón, se pueden intuir otros elementos a los que no se puede llegar con simples medidas razonables y ante las cuales a veces hay que capitular, a pesar de no ser admisibles.
Los descubrimientos que hacen los científicos, son realmente asombrosos, y ellos son magníficos analistas de los efectos externos de la física que les permite mantener un cierto equilibrio y progreso del mundo. Pero para llegar a un conocimiento de las causas, detrás de lo que ellos manipulan, que es la otra versión de lo que no es visto por los hombres, ni son capaces de imaginar, ellos lo dejan por inabordable y prefieren mostrarse ignorantes e incrédulos. ¡Y tienen razón! Son mentalmente sanos. Sin embargo, supeditar la inteligencia únicamente a la razón, -que es parcial porque hay otros compartimientos en la mente que también trabajan- sería negar todas las creencias religiosas y la sutil intuición que tenemos de la existencia de otros planos en el Universo, que no por inexplicables para algunos, no sea una auténtica realidad aparte para otros.
Fue a partir de aquí, al descubrir, o admitir esa otra posible realidad-que tan puerilmente se nos enseña de niños-la que empezó a tomar forma en mi imaginación de nuevo, a través de las enseñanzas de Buda cuando empezaba a huir de los lazos que me había tendido Sartre. Su filosofía en el plano real objetivo me había convertido a su forma de pensar, pero la conclusión de sus enseñanzas sobre la "crudeza" del mundo y la existencia con todo el vacío que sin una pizca de imaginación tendría que soportar todo el resto de mi vida, entró de pronto en lo inadmisible. De repente, todo su sistema me pareció entonces tan imaginativo y espectacular como cualquier otro edificio filosófico. Igual que todos los demás, él era otro filósofo especulador que jugaba con las palabras y las ideas. Su locura incipiente como la de todos, le hacia proclamar que Nada es verdadero ni falso (lo que es verdad). Su magia literaria era un diálogo con la magia de la existencia, que es como decir "magia dentro de lo mágico" que sólo los grandes maestros saben manejar. Lo extraño, (mejor decir coincidente), es que en muchos de sus conceptos haya también una cierta corriente de similitudes con esas otras enseñanzas de Buda, más fluidas, menos pensantes.
Por ejemplo, citando la principal idea de Sartre, si el mundo y la vida del hombre son una resultante fenomenal de una coincidencia procedente de la Nada que vuelve a la Nada Absoluta, (su principio fundamental), coadyuvando esa idea a un ángulo budista, la existencia será en esencia una voluntad impermanente de forma que ha de disolverse en esa Nada Absoluta al alcanzar su perfección (Nirvana). El Ser y la Nada son simplemente este punto de partida y el final del ciclo. Ambas ideas filosóficas conducen a un mismo final, salvo en el fondo que las justifica. Un fondo que Sartre no participaría, por supuesto, pero que subraya mi intención de que muchas veces hay ideas opuestas que se alcanzan por la cola.*